El Vaticano y los Grandes Genocidios del Siglo XX (10)

El Vaticano y el Kulturkampf (“cultura de lucha”).

Desde la Reforma Protestante del S. XVI, el papado había estado perdiendo autoridad en los países del Norte de Europa que abrazaban el protestantismo. Los protestantes no destruyeron, sin embargo, la autoridad política del papado. Creían en las profecías del Apocalipsis que advertían que Roma (bajo el símbolo de Babilonia), iba a ser destruída por Dios mismo (Apoc 17-18). Otros albergaron siempre la esperanza de que el poder del evangelio haría que finalmente el catolicismo se convirtiese. Por otro lado, los protestantes mismos se transformaron en estados-protestantes, impidiendo a veces una plena liberación de la conciencia individual. Esta no se obtendría en forma tan abarcante antes que se promulgase la Constitución de los EE.UU.

En la Revolución Francesa al concluir el S. XVIII, el papado recibió un golpe de muerte a sus ambiciones políticas. El poder secular que se levantó entonces era abiertamente destructivo en materia religiosa. No sólo fueron reducidas al silencio las actividades políticas del papado, sino que aún en los gobiernos protestantes de Europa se inició una tendencia más secularizadora. A partir de entonces Roma fue perdiendo, como ya vimos, su autoridad política aún en los países que habían permanecido católicos, pero que se transformaban en estados seculares. Esto hizo que el papado anduviese a tientas durante todo el S. XIX, intentando pactar infructuosamente con cualquier estado que se le apareciese y que estuviese dispuesto a reconocer políticamente otra vez, su autoridad en materia religiosa, política, social y económica.

Cuando en 1870 el Vaticano proclamó el dogma de la infalibilidad papal, se produjo una reacción negativa en toda Europa, y en especial en Alemania. Como resultado, el Bismark inició en 1872 lo que se conoció como Kulturkampf, que consistió en una política de persecución contra los católicos. Los jesuitas fueron desterrados y se prohibió a las órdenes religiosas enseñar. La instrucción quedó bajo control estatal. Las propiedades de la iglesia pasaron a ser controladas por comités laicos. Se inició el casamiento laico en Prusia. Los sacerdotes que rechazaban la nueva legislación fueron multados, encarcelados y exiliados, y se les quitaban los subsidios que hasta entonces habían estado recibiendo del estado. Se cerraron muchas iglesias y seminarios católicos. Unos 1.800 sacerdotes fueron encarcelados o expulsados.

A diferencia de lo que iba a hacer el Vaticano más tarde, en la época de Hitler, el papa Pío IX no intentó controlar a los católicos que reaccionaron al Kulturkampf respondiendo con la violencia a la violencia, y rehusándose a colaborar con el régimen del Bismark. Al contrario, el 5 de febrero de 1875, Pío IX emitió su encíclica Quod nunquam declarando nulas las leyes del Kulturkampf para los católicos (Pope’s Hitler, 194-195). Eso hizo que, finalmente, el Bismark tuviese que atenuar su ataque a los católicos una década más tarde.

Un cuadro semejante al Kulturkampf contra el catolicismo ya vimos que se dio en Italia y Francia. En Bélgica la enseñanza les fue quitada a los católicos. En Suiza se desterraron también las órdenes religiosas. En la católica Austria el estado se apoderó de las escuelas y secularizó el matrimonio. Los esfuerzos por lograr concordatos políticos que beneficiasen a las escuelas y al sacerdocio católico eran infructuosos. El estigma de la muerte política pesaba todavía gravemente sobre los papas y obispos de la Iglesia Católica. En 1882 cesó la hostilidad del Bismarck contra la Iglesia de Roma, pero sin que eso pudiese servir para coronar los esfuerzos papales por lograr un concordato con las autoridades políticas vigentes.

2. Un aparente logro de dramáticas consecuencias.

En sus incansables y estériles esfuerzos por lograr reconocimiento estatal, el Vaticano logró establecer un Concordato con Serbia en 1914. Eso significaba el reconocimiento oficial de la Iglesia Católica por parte del gobierno Serbio, y la subvención estatal de los obispados católicos. ¿Cómo pudo lograr semejante concordato la Iglesia Católica, siendo los católicos de Serbia una pequeña minoría frente a una mayoría ortodoxa? Anulando, mediante ese concordato, el protectorado que Austria ejercía desde la época medieval sobre los católicos de Serbia. De esa manera satisfacía a los serbios, pero contrariaba a los austríacos.

A pesar de la tendencia secularizante que afectaba también a Austria, el imperio Austro-Húngaro gobernado por los Habsburg continuaba siendo, al comenzar el S. XX, un baluarte católico que le quedaba al Vaticano en el centro de Europa. Era un baluarte contra el protestantismo de Prusia en el Norte, y la Iglesia Ortodoxa de Rusia. Pero tal era el ansia de reconocimiento político que tenía la Iglesia, que estuvo dispuesta a humillar a Austria con tal de obtener ese reconocimiento en el concordato Serbio-Vaticano.

La tensión internacional se incrementó más aún cuando, cuatro días después de firmar el Vaticano el concordato con Serbia, se asesinó en Sarajevo a Franco Fernando de Austria. Así se encendió la chispa que iba a estallar en la Primera Guerra Mundial con el desmembramiento y destrucción del imperio austro-húngaro. Esto nos muestra hasta qué punto el ansia de reconocimiento político podía llevar al papado a pasar por encima de las ambiciones de los gobiernos y pueblos, y sin miramientos a sus consecuencias en tantas vidas que podían ser destruidas en la contienda. En cuanto a sus ambiciones de reconocimiento político, sin embargo, debía seguir el papado soñando, ya que los resultados les fueron adversos, y sus esperanzas de recuperación política parecían alejarse cada vez más.

3. Intentos posteriores a la primera guerra mundial.

Antes de la primera guerra mundial, los católicos sumaban un tercio de la población de Alemania (23 millones). Ese país había donado más fondos a la Santa Sede que todas las otras naciones del mundo juntas. Cuanto más demorase Alemania en recuperarse, luego de la primera guerra mundial, más iban a afectarse las entradas del fisco Vaticano. Pero esa guerra dejó un saldo de dos millones de bajas alemanas, y el malestar era muy grande porque no se había ganado nada. A esto siguió un caos social y económico gigantesco, que hizo temer que Alemania terminase volcándose al comunismo.

Luego del Kulturkampf de 1872, el catolicismo se había organizado de tal manera que, para fines de la segunda década del S. XIX, surgía como una voz fuerte y reconocida en todos los ámbitos sociales, con diarios, sindicatos, escuelas, colegios y casas editoras que se multiplicaban. En los años 20, tenía la Iglesia Católica 400 diarios y 420 periódicos (Pope’s Hitler, 107). El Partido Centrista Católico pasó al segundo lugar detrás de los Demócratas Socialistas, y logró durante la guerra que se anulasen las leyes antijesuitas de 1872. Esto permitió que los jesuitas entrasen de nuevo en Alemania y trabajasen incansablemente para fundar sus propias comunidades, escuelas y colegios.

Después de la primera guerra mundial, el Partido Centrista Católico decidió jugar un papel preponderante en la formación de una Alemania post-monárquica, democrática y pluralista. Ese partido católico procuraba formar pactos con el partido mayoritario Social Demócrata, a pesar de los intentos del Vaticano por evitarlo. Los criterios democráticos que ostentaban los católicos de Alemania permitían la inclusión de protestantes y aún judíos en sus planes políticos. Pero eso iba contra la visión exclusivista y piramidal del poder que acababa de proyectar el Vaticano con la Ley Canónica de 1917.

Al ver que no prosperaban sus intentos por lograr un concordato con el gobierno democrático alemán (conocido como Weimar), el Vaticano decidió hacer un concordato por separado con la región católica de Baviera. Para ello logró la aprobación del Reich en 1920, jugando políticamente con la decisión de apoyar o no apoyar a Alemania en los litigios limítrofes post-guerra que involucraban a poblaciones mayoritariamente católicas. El Concordato de Baviera fue concretado, finalmente, en Marzo de 1924, beneficiando grandemente a la Iglesia Católica con el pago estatal del clero y con la subvención de las escuelas católicas. La enseñanza de la religión se impuso en las escuelas, con plena autoridad del obispo para determinar quién podía enseñar y quién no. Todo cuadraba con el Código de Ley Canónica que el Vaticano quería implementar en toda la tierra.

Ese concordato de Baviera, sin embargo, le creó mayores problemas al papado en sus intentos de lograr un acuerdo con la protestante Prusia y el Reich alemán. Con Prusia logró un concordato el 14 de Junio de 1929 que no le sirvió de mucho porque el Vaticano debió dejar de lado todos sus requerimientos relativos al reconocimiento y apoyo estatal de las escuelas católicas. Debía esperar a que subiese al poder un führer católico como lo fue Hitler, para poder lograr un concordato con el Reich alemán que entrase dentro de los principios de la Ley Canónica, y que implicase un reconocimiento de la autoridad política del Vaticano en toda Alemania.

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