LOS ASMONEOS Y LOS HERODES

El origen de los Herodes.-


Se ha mencionado la caída del reino sacerdotal judío frente a Roma, pero no se la ha descrito. El fin del gobierno de los asmoneos estuvo estrechamente vinculado con el surgimiento de la familia de Herodes, de ascendencia idumea, es decir, de los edomitas que fueron obligados por Juan Hircano (de origen macabeo) a aceptar la fe judía.

Esta estrecha vinculación de los edomitas y los judíos dio la oportunidad a un edomita de nombre Antípatro (o Antipas) de ocupar un cargo civil en el reino judío, y se convirtió para los judíos en el gobernador de Idumea. Su hijo, también llamado Antípatro, parece que ocupó más tarde el mismo cargo. Cuando estalló la guerra civil entre los hermanos macabeos -Hircano II y Aristóbulo II-, el Antípatro menor apoyó a Hircano y se alió con Aretas III, rey de los nabateos, pueblo árabe de la Transjordania y del antiguo territorio edomita. Aretas atacó y derrotó a Aristóbulo, quien se refugió en la fortaleza de Jerusalén.

La llegada de Pompeyo.-

En este momento fue cuando los romanos intervinieron en la guerra. Pompeyo se quedó en el Cercano Oriente después de haber vencido a los reyes del Ponto y de Armenia en el año 66 a. C. En el año 65 a. C. el general a quien Pompeyo envió a Siria recibió honores de los enviados de Hircano y de Aristóbulo. Probablemente por la razón práctica de que Aristóbulo estaba seguro en su refugio de Jerusalén, los romanos se pusieron de su lado y contra Hircano.

El ejército romano prosiguió su avance hacia el sur, y obligó a Aretas a que levantara el sitio contra Jerusalén y se retirara. Pero la conducta arrogante de Aristóbulo hizo que Pompeyo desconfiara de él y lo apresara. El ejército romano tomó a Jerusalén con la traicionera ayuda de los seguidores de Hircano, aunque los soldados de Aristóbulo retuvieron la colina del templo durante tres meses más. Los romanos abrieron finalmente una brecha en los muros a mediados del año 63 a. C. En la captura posterior de la zona del templo fueron muertos unos 12.000 judíos. Pompeyo y sus oficiales entraron en el lugar santísimo y contemplaron asombrados un sagrario que no tenía ninguna representación visible del Dios que allí era adorado (cf. Josefo, Guerra de los judíos i. 7. 6).

Pompeyo terminó con el reino macabeo y arrebató un territorio considerable a Judea; permitió que Hircano continuara como sumo sacerdote y que gobernara con el título de etnarca ("gobernante del pueblo"), quizá bajo la supervisión del gobernador romano de Siria. Antípatro se convirtió en su primer ministro. Aristóbulo y sus hijos fueron enviados a Roma como prisioneros; sin embargo, escaparon, y en tres ocasiones se sublevaron contra los romanos; pero en las tres oportunidades fueron derrotados desastrosamente. Gabinio, procónsul romano de Siria, se enfureció y dividió a Judea en cinco distritos, cada uno gobernado por un concilio de ancianos. Debido a esta disposición, Hircano cada vez tuvo menos responsabilidad administrativa, mientras que Antípatro adquiría más y más autoridad convirtiéndose en el virtual gobernante. En el año 54 a. C., Craso, el triunviro y sucesor de Gabinio como procónsul de Siria, con el pretexto de conseguir dinero para una campaña contra los partos, saqueó el tesoro del templo, por lo que los judíos se sublevaron en el año 53. En el año 48 -cuando Pompeyo fue muerto en Egipto después de su derrota ante Julio César en la batalla de Farsalia- Antípatro se cambió de bando convirtiéndose en un poderoso y eficiente aliado de Julio César; y éste, a su vez, concedió favores a los judíos. En el año 47 se le dio plena autoridad a Hircano, con los títulos de etnarca y sumo sacerdote, cargos que fueron convertidos en hereditarios para los judíos. Sin embargo, Antípatro todavía era quien tenía el poder y hacía notar esto a los judíos, para gran disgusto de la nobleza. Antípatro nombró a su hijo Fasaelo gobernador de Jerusalén y sus alrededores, y como gobernador de Galilea a un hijo suyo más joven, a Herodes, conocido más tarde como Herodes el Grande.

Después de que Julio César fue asesinado en el año 44, Casio, uno de los conspiradores contra César, consiguió el mando en la zona del Oriente mediterráneo y recibió el cordial apoyo de Antípatro y Herodes. Casio, como retribución, convirtió a Herodes en gobernador de Celesiria. Poco después Antípatro fue envenenado en Jerusalén.

En el año 42 a. C., después de la derrota de Bruto y de Casio, Antonio asumió el control de los intereses romanos en el Oriente. Como Antonio había sido antes amigo de Antípatro, rechazó las súplicas de los judíos de que eliminara a la casa herodiana, y retuvo a Herodes y a su hermano Fasaelo como etnarcas de Palestina. Se permitió que Hircano permaneciera, pero sólo como sumo sacerdote. Herodes robusteció su posición ante los judíos desposándose con Mariamna, una nieta de Hircano II

Herodes, rey.-

Al año siguiente los partos invadieron a Siria, y Antígono, hijo de Aristóbulo, levantó el estandarte de la revolución y consiguió la ayuda de un ejército de los partos. Fasaelo fue tomado prisionero y finalmente se suicidó, mientras que Herodes huía y conseguía llegar a Roma, en donde se ganó la simpatía de Antonio y de Octavio, que en ese tiempo estaban aliados; y en el año 40 a. C. el senado romano, por unanimidad, nombró a Herodes como rey de Judea.

Aunque Herodes contaba con el apoyo de los romanos, necesitó tres años para poder ocupar su trono. Los judíos que se le oponían ofrecieron su última resistencia en Jerusalén. Se necesitaron casi tres meses para tomar la ciudad alta y la zona del templo. Fue horrorosa la matanza que siguió, pues tanto los romanos como los judíos del bando de Herodes estaban enfurecidos por la tenaz resistencia que les oponían. Antígono, el último Macabeo que actuó como rey, fue flagelado ignominiosamente y ejecutado ante el insistente pedido de Herodes. Ahora (37 a. C.) Herodes era amo de una ciudad en ruinas y rey de una nación que lo odiaba.

XIII. El reinado de Herodes el Grande

Desde el punto de vista de la política y la cultura, Herodes con justicia fue llamado "grande". Tuvo éxito en mantener un equilibrio de lealtad a Roma en la cambiante corriente de una difícil conducción política. Por un lado, fortaleció su reino y fomentó su prosperidad, mientras que por el otro conservó la amistad y cooperación de César Augusto. Pero junto con sus mejores cualidades estuvo dominado por celos crecientes, y su desconfianza llegó hasta el punto de dar muerte a sus parientes más cercanos y a sus mejores amigos.

Herodes y el sanedrín.-

Casi inmediatamente después de subir al trono, Herodes hizo ejecutar a 45 nobles que habían encabezado la revolución de Antígono. Muchos de esos hombres eran miembros del sanedrín, y su pérdida hizo necesaria la reorganización de ese cuerpo. Los fariseos tuvieron predominio en ese consejo reorganizado; sin embargo, muchos de esos fariseos se oponían a Herodes, y aun se habían negado a prestarle juramento de lealtad. Por lo tanto, no les permitió que ejercieran una influencia significativa en política. Por esta razón el sanedrín se convirtió en un lugar donde principalmente se discutían cuestiones teológicas.

Herodes y los asmoneos.-

Herodes ofendió al residuo de la familia de los asmoneos (macabeos) al nombrar como sumo sacerdote a un oscuro judío babilonio (o egipcio). Herodes sospechaba que los asmoneos completaban contra él, por lo que finalmente hizo matar al anciano Hircano II; a la hija de éste, Alejandría, suegra de Herodes; al nieto de Hircano y cuñado del propio Herodes, el bien parecido Aristóbulo III, y finalmente a Mariamna, hermana de Aristóbulo y esposa del propio Herodes. Con excepción de sus hijos con Mariamna, esto significó el fin de la casa de los asmoneos, que durante casi 150 años había predominado en los asuntos judíos.

Helenización.-

Como Alejandro Magno, Augusto, protector de Herodes, determinó unificar el mundo romano por medio de la difusión de la cultura griega. Herodes siguió rápidamente su ejemplo, e intentó hacer en Palestina lo que Augusto hacía en mayor escala en el imperio. Una ola de paganismo invadió a Jerusalén. Las carreras y los juegos griegos estaban a la orden del día; la religión y la exhibición del paganismo florecían delante del templo, y por todo el país, en diversos lugares, se erigían santuarios a dioses paganos. Algunos de los fariseos reaccionaron y se confabularon contra Herodes, por lo que éste se desquitó enérgicamente matando a muchos de ellos.

Herodes como edificador.-

Herodes construyó fortalezas por todos sus dominios y en los lugares estratégicos para reprimir a los judíos revoltosos. Su propio hermoso palacio en Jerusalén era, en realidad, una fortificación. Gastó años y miles de talentos en construir la ciudad de Cesarea, y en hacer en ella un puerto artificial, pero efectivo. Sus actividades como constructor trascendieron Palestina. Obsequió mercados, gimnasios y templos a comunidades tan remotas como algunas que estaban en Grecia, Rodas y Siria.

El proyecto máximo de Herodes fue la reconstrucción del templo de Jerusalén. El templo de Zorobabel, aunque había sido bello, ya tenía casi 500 años de antigüedad y necesitaba muchas reparaciones. Herodes se propuso satisfacer su propio orgullo artístico y al mismo tiempo ganarse la amistad de los judíos dándoles un magnífico lugar para su culto. Se dedicaron 18 meses a la reedificación del santuario propiamente dicho, y ocho años en los trabajos de las plataformas circundantes, los muros, atrios y pórticos. Después de que la obra hubo llegado a este punto y el templo estaba en pleno uso, aún quedaba mucho por hacer. En realidad, los detalles del templo no se completaron hasta después del año 62 d. C., sólo pocos años antes de que fuera destruido por los romanos.

Ultimos días de Herodes.-

Aristóbulo y Alejandro, hijos de Herodes y de Mariamna, su esposa asmonea, habían sido educados en Roma; eran altos, hermosos, y estaban orgullosos de su sangre asmonea. Cuando regresaron a Jerusalén se convirtieron en el blanco de los complots de Salomé,* la hermana de Herodes, y de Antípatro, hijo e Herodes. Como resultado se despertaron las sospechas de Herodes contra estos dos hijos suyos, y finalmente los hizo ejecutar en el año 7 a. C. En ese tiempo también murieron apedreados unos trescientos judíos acusados de simpatizar con ellos. Antípatro continuó su rebelión hasta que, sólo cinco días antes de morir, Herodes ordenó que también fuera ejecutado ese hijo suyo.

A medida que Herodes se aproximaba al fin de su vida, podía enorgullecerse de muchos logros significativos. Dejaba monumentos de gran belleza artística y el comercio y las manufacturas de Palestina estaban en buenas condiciones; pero su pueblo no lo amaba. La gente lo aborrecía por los elevados impuestos que cobraba, por sus actividades paganizantes y sus muchas crueldades. Cuando enfermó y se propagó la noticia de que no podría curarse, en Jerusalén estalló una alegría incontenible, y una turba derribó el águila de oro -odiado emblema de sus dominadores romanos- que Herodes había colocado a la entrada del templo. Por eso, cuando Herodes sanó, se vengó de muchos de esos frustrados festejadores.

Cuando comprendió que sus últimos días se aproximaban, el anciano rey ordenó a su hermana Salomé que encarcelara en el hipódromo a todos los caudillos judíos y los hiciera matar tan pronto como él muriera, para que toda la nación estuviera de luto cuando le llegara la hora de su muerte. Salomé cumplió con la orden de aprisionarlos, pero más tarde los puso en libertad.

Uno de los últimos actos sanguinarios de Herodes el Grande fue la cruel matanza de los niños de Belén en un vano esfuerzo por destruir al Mesías, el recién nacido Jesús, del cual había oído por los magos del Oriente (Mat. 2:1-18). José y María escaparon con el niño a Egipto, en donde permanecieron hasta que Herodes murió a principios del año 4 a. C. La historia que sigue a la muerte de Herodes continuará en el artículo siguiente, en las pp. 65-81.
Bibliografía


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A History of the Jewish People in the Time of Jesús. Editado por Nahum N. Glatzer. New York: Schocken Books, 1961. Se trata de una edición revisada y condensada de los dos primeros tomos de la obra de Schüerer, ya señalada.

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