Yom Kippur - Día de Expiación


El 10º día del mes 7o (Etanim o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del Brihadasha (Pacto Renovado), es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" Hch. 27:9 Puesto que habíamos perdido mucho tiempo, y continuar la travesía era muy peligroso, y porque ya había pasado el ayuno de Yom-Kippur, Shaúl les aconsejó: 
"Varones, puedo ver que nuestra travesía va a ser una catástrofe, no sólo con grandes pérdidas a la carga y a la embarcación, sino con pérdidas de nuestra vida también." 



En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel.
El Día de la Expiación es para el pueblo de Yahweh un día de juicio. Como lo describe la Torah, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).

Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50 año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo Lv. 25:9, 10. Entonces en el décimo día del séptimo mes, en Yom-Kippur, harán sonar un golpe de shofar, sonarán el shofar por toda La Tierra; 
y dedicarán el año cincuenta, proclamando libertad por toda La Tierra a todos los habitantes. Será un yovel[jubileo] para ustedes; ustedes regresarán a todos a la tierra que les pertenece, y todos regresarán a su familia.
Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Yahweh (Lv. 16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban con el baño del sumo sacerdote que se vestía ropas de lino fino (v 4) y ofrecía un becerro por sí mismo y por su casa como ofrecida por el pecado (v 6). Luego de esta preparación personal se sacrificaba un macho cabrío, previamente elegido por suertes de entre 2 obtenidos para las ceremonias (vs 5, 7, 8, 9). Después, en medio de nubes de incienso, que ascendían del altar que estaba delante del 2o velo (vs 12, 13), el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo y esparcía sangre (primero del becerro y luego del macho cabrío) sobre el propiciatorio (v 15) que cubría el arca (que en su interior tenía, entre otras cosas, las tablas del Decálogo; He. 9:4). De este modo, se limpiaba el lugar sagrado y se hacía expiación por los pecados del pueblo (Lv. 16:16). En forma semejante se purificaba el altar (vs. 18, 19). Más tarde, pero no hasta haber reconciliado el lugar santo, el altar y la congregación (v 20), las transgresiones se transferían ritualmente al macho cabrío designado "por Azazel"* (v 10), que luego era conducido al desierto (vs 20-22).

El sumo sacerdote simbolizaba a Yahshua El Mashiaj prometido a todo sus pueblo, el Sumo Sacerdote del santuario celestial (He. 8:1); el sacerdote terrenal realizaba su servicio "como figura y sombra de las cosas celestiales" (v 5). El autor de Hebreos explica que, con eso de que el sumo sacerdote entraba sólo una vez al año en el segundo departamento del santuario, Yahshua (el Espíritu Santo) daba a entender "que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie" (He. 9:8).

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